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Dogmas rotos: mi respuesta al pastor Molina sobre el rol de la mujer




Paris, Francia: Es lamentable que un pastor, símbolo de los líderes del pueblo de Dios y responsable del cuidado de los fieles, reduzca a la mujer exclusivamente a la esfera doméstica, presumiendo que, si tiene una carrera profesional exitosa, sea a expensas de su buen desempeño en el hogar.


Resulta irónico que el pastor Ezequiel Molina haya mencionado durante La Batalla de la Fe, una concentración evangélica celebrada el 1.° de enero, que “las mujeres constituyen el 53% de la fuerza laboral en R.D.”, sabiendo que la Iglesia evangélica se financia, en parte, con el diezmo de sus feligreses. Dicho de otro modo, y siguiendo su lógica, sin las mujeres evangélicas que forman parte de ese porcentaje y que, según él, estarían descuidando sus hogares, su institución sufriría una significativa pérdida en su capital económico.


Si la Biblia afirma que tanto el hombre como la mujer fueron creados igualmente a la imagen de Dios (Gén. 1:27), entonces, partiendo de las palabras del pastor, ¿por qué se evalúa el rol de la mujer de manera diferente al del hombre?


Ese discurso retrógrado alimenta una lógica engañosa, desestimando años de progreso alcanzado y arrastrando consigo a una multitud cegada, que se muestra recelosa o incapaz de cuestionar lo que se les inculca.


Hacer pasar sus convicciones personales como una supuesta profesión de la palabra del Señor es vergonzoso.


No es necesario "tirarle piedras", como usted menciona, pastor Molina. Por el contrario, sería prudente que un líder reflexionara y sopesara mejor sus palabras, que sirven de ejemplo para miles de jóvenes y familias, antes de expresarlas públicamente. Condicionar el rol de la mujer a un marco de suma cero entre sus éxitos fuera y dentro del hogar, privaría de esperanza a muchas de las jóvenes para quienes sus palabras sirven de inspiración, destinándolas a elegir una única opción entre las tantas oportunidades en las que podrían sobresalir.


Como joven que se está preparando para su futura carrera profesional, estoy convencida desde ya que, si así lo decido, sería tan entregada en mi hogar cuanto en mi puesto de trabajo, tal y como lo han logrado mi madre y muchas otras mujeres. Por otra parte, es valioso precisar que mi modelo de realización personal no ha de ser, bajo concepto alguno, absolutizado ni jerarquizado frente a experiencias y elecciones de vida disimilares. Espero que ese extracto específicamente de su discurso sirva de reflexión y, paradójicamente, como empoderamiento, más que como punto de partida, para todos sus secuaces.


Isabella Guglielmetti

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