Social Counter

¿Para qué sirve realmente la ONU?



Durante décadas, la Organización de las Naciones Unidas simbolizó la esperanza de un mundo más justo y seguro. Hoy, su incapacidad para actuar frente a las principales crisis globales, como la de Haití, plantea serias dudas sobre su verdadera utilidad.


La Organización de las Naciones Unidas (ONU) nació en 1945 con grandes promesas: evitar nuevas guerras, fomentar la cooperación internacional, proteger los derechos humanos y promover el desarrollo económico y social. Sin embargo, más de 75 años después, su efectividad es cuestionada con cada nuevo conflicto, y no sin razón.



El poder del veto: un obstáculo estructural


La principal traba para una acción efectiva de la ONU ha sido el poder de veto que ostentan los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia.

Esto ha convertido al Consejo en un espacio donde los intereses de las grandes potencias paralizan cualquier intento de hacer cumplir principios universales.

Estados Unidos ha vetado resoluciones contra Israel más de 40 veces.

Rusia ha bloqueado cualquier condena significativa contra sus acciones en Siria y Ucrania.

China ha evitado sanciones por las denuncias de violaciones de derechos humanos en Xinjiang.


Como bien lo expresó el profesor Frédéric Mégret:

“La ONU está atrapada entre su misión de proteger la humanidad y su diseño para proteger los intereses de los poderosos.”



República Dominicana (1965): la intervención disfrazada


Tras el estallido de la Revolución de Abril de 1965, Estados Unidos invadió República Dominicana bajo el pretexto de proteger a sus ciudadanos.

La ONU, en vez de condenar la violación de soberanía, avaló la creación de una “Fuerza Interamericana de Paz”, dominada de facto por tropas estadounidenses.

El historiador Joseph S. Tulchin apuntó:

“La acción de la ONU en 1965 sacrificó el principio de no intervención en favor de las prioridades geopolíticas de la Guerra Fría.”


El caso dominicano demostró tempranamente que los principios de soberanía e igualdad jurídica podían ser doblegados ante el interés estratégico de los poderosos.



La guerra de Irak (2003): ilegalidad sin sanciones


La invasión de Irak por Estados Unidos y sus aliados en 2003, realizada sin autorización del Consejo de Seguridad, fue declarada “ilegal” por el entonces Secretario General Kofi Annan.

Sin embargo, no hubo sanciones ni consecuencias internacionales.

El colapso del Estado iraquí y el ascenso del terrorismo fueron secuelas directas de una guerra que la ONU no pudo —ni quiso— detener.



Haití: fracaso y abandono


La intervención de la ONU en Haití, a través de la MINUSTAH, lejos de traer estabilidad:

Desató el peor brote de cólera en la historia haitiana, causado por tropas de paz.

Fue escenario de escándalos sistemáticos de abusos sexuales.

Fracasó en construir una institucionalidad mínima para garantizar la seguridad y el desarrollo.


Hoy, Haití es un Estado colapsado, controlado en buena parte por bandas criminales, y sin autoridad legítima funcional.


Durante años, República Dominicana ha clamado ante la comunidad internacional, demandando acciones reales para enfrentar la grave crisis haitiana.

Sin embargo, la respuesta ha sido la indiferencia o, en el mejor de los casos, tibios pronunciamientos.

La carga social, económica y humanitaria ha recaído desproporcionadamente sobre territorio dominicano.


A pesar de las advertencias, la ONU y sus agencias no actuaron de manera efectiva. Ahora, cuando República Dominicana se ve obligada a tomar decisiones firmes para salvaguardar su identidad y su integridad territorial, se alzan voces criticando el legítimo ejercicio del derecho soberano.



Un Consejo de Seguridad anacrónico


El Consejo de Seguridad refleja un mapa geopolítico desfasado:

Fue diseñado para el mundo bipolar surgido tras la Segunda Guerra Mundial.

Hoy, en un contexto de multipolaridad —con potencias emergentes como India, Brasil, Turquía o Sudáfrica—, las decisiones continúan en manos de actores que no representan ya el verdadero equilibrio mundial.


La ONU, en su estructura actual, ya no es el interlocutor legítimo en muchos de los conflictos contemporáneos.

Así se ha visto en el conflicto Israel-Palestina, donde las resoluciones son sistemáticamente vetadas o ignoradas, o en la guerra Rusia-Ucrania, donde la organización ha sido reducida a un observador sin poder de incidencia real.



La ingenuidad de un sueño


La ONU nació del anhelo de evitar nuevas catástrofes humanas, pero su diseño mismo la condenó a la impotencia:

los intereses particulares de quienes más pueden siempre primaron sobre los principios colectivos.


Como resumió el historiador Mark Mazower:

“La ONU nació del idealismo, pero ha sido rehén permanente de los intereses de quienes tienen más poder.”


Hoy, ante la crisis haitiana, República Dominicana actúa por necesidad histórica, no por capricho.

El presidente Luis Abinader lo expresó de manera clara:

“En vez de mirar a República Dominicana, vayan a Haití.”

Una afirmación que resume el hartazgo legítimo de un país que, durante años, ha sostenido su frontera prácticamente en solitario ante la indiferencia internacional.



La ONU fue un pacto de esperanza en un mundo roto. Hoy, su silencio ante las crisis recuerda que la verdadera defensa de la soberanía no se delega: se ejerce.

Publicar un comentario

0 Comentarios