Rusia celebra este viernes, con un solemne desfile en la
plaza Roja de Moscú, el 80º aniversario de la victoria frente al nazismo en la
Segunda Guerra Mundial. Junto al invitado más preciado, el chino Xi Jinping,
estará el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el único líder de una gran
democracia que ha aceptado acompañar a Vladímir Putin en un acto que, además de
celebrar la efeméride, pretende proyectar la imagen de que no está aislado tras
la invasión de Ucrania, en 2022. Lula acude a Moscú, pese a las críticas que la
visita genera en Brasil, a arropar a un socio cofundador de los BRICS y un
aliado en defensa del multilateralismo. De Moscú, Lula viaja a Pekín.
El mandatario brasileño tiene prevista una reunión con Putin
y este jueves participa de una cena en el Kremlin. “Mi visita a Rusia reafirma
nuestro compromiso con el multilateralismo. Firmaremos acuerdos de cooperación
en ciencia y tecnología y buscaremos ampliar nuestras alianzas comerciales”,
declaró el presidente Lula el miércoles, al llegar a la capital rusa. Pero los
efectos de la guerra de Ucrania sobre la visita son evidentes. Moscú arrancó la
semana con un ataque de drones ucranios que obligó a cerrar los aeropuertos.
La esposa de Lula, Janja da Silva, que viajó a Rusia la
semana pasada, tuvo que cambiar de ruta tras la negativa de Letonia y Estonia,
ambos en la UE y la OTAN, a autorizar el sobrevuelo de su territorio, según
reveló O Globo. Y entre los invitados al desfile del Día de la Victoria, Lula
será el único representante de una potencia democrática occidental entre una
treintena de invitados. Acude un solo país de la UE, Eslovaquia, uno de los más
cercanos a Rusia, y un amplio elenco de líderes de regímenes autoritarios como
los de Bielorrusia, Cuba, Myanmar, Venezuela, Egipto…
Hace años que Putin y Lula no se encuentran en persona
porque la orden de detención de la Corte Penal de Justicia por crímenes de
guerra en Ucrania impidió al ruso viajar el año pasado a Río para participar en
el G-20, dado que Brasil pertenece al tribunal y, por tanto, debería arrestarlo
si pisa su territorio; tampoco está previsto que acuda a la cumbre de los BRICS
que la ciudad brasileña acogerá en julio.
También en 2024 Lula tuvo que anular un viaje a Rusia en el
último minuto por un accidente doméstico. El mandatario brasileño estrecha
lazos con sus principales aliados orientales, mientras el presidente de EEUU,
Donald Trump, lo ignora. Cosa que en estos tiempos de beligerancia
estadounidense es casi mejor. Brasil ha sido de los países menos damnificados
en la guerra arancelaria. Pero, cuando se cumplen casi cuatro meses del regreso
de Trump a la Casa Blanca, los mandatarios de los dos países más poblados de
América aún no han mantenido una conversación ni por teléfono.
La presencia de Lula junto a Putin va a suponer “un desgaste
ante sus aliados tradicionales en Occidente”, ha advertido en declaraciones a
CNN Brasil el diplomático Paulo Roberto de Almedia. Esos aliados ya se
sintieron decepcionados en 2022, cuando Lula culpó de la guerra a agresor y
víctima, Rusia y Ucrania, respectivamente. Desde entonces, las relaciones
Kiev-Brasilia son tensas.
La diplomacia brasileña recuerda estos días que condenó la
invasión rusa de Ucrania en la ONU, y que apadrinó, junto a China, una
iniciativa de salida dialogada a la guerra. Esta nunca logró verdadera tracción
y ha quedado totalmente eclipsada por la negociación que Trump ha impuesto al
presidente ucranio, Volodímir Zelensky.
En ese contexto, y pese a que en la grada de invitados Lula
estará rodeado por una mayoría de autócratas, el Gobierno brasileño considera
lógico acompañar a un país aliado, como Rusia, en un hito como la victoria en
1945 frente a Hitler.
Brasil tiene una consolidada política exterior abierta al diálogo
(y el comercio) con todos los países y suele permanecer al margen de las
ofensivas de aislamiento diplomático y sanciones de sus aliados occidentales.
En plena guerra arancelaria, Lula insiste en que no piensa elegir entre EE UU y
China, que quiere mantener buena relación con ambas superpotencias.
Una idea que ha recalcado en una entrevista con la revista
The New Yorker: “No aceptamos la idea de una segunda Guerra Fría. Aceptamos la
idea de que cuanto más similares sean los países —tecnológica y militarmente
avanzados—, más deberían comunicarse entre sí, porque no estoy seguro de que el
planeta pued soportar una Tercera Guerra Mundial".
Más allá de la geopolítica y la diplomacia, Brasil tiene
interés en equilibrar su relación comercial con Rusia. Desde allí importa sobre
todo fertilizantes —cruciales para el sector agrícola y que hasta la guerra le
compraba principalmente a Ucrania— y diésel. Brasilia quiere aumentar sus
exportaciones a Rusia.
Mientras a Rusia le acompañan los ministros de Minas y Ciencia,
la comitiva a China es mucho más nutrida. Allí Lula participará, junto a sus
homólogos Gabriel Boric (Chile) y Gustavo Petro (Colombia) en una reunión de la
CELAC. El brasileño pretende que los chinos diversifiquen sus importaciones e
inversiones en Brasil. Con este doble viaje, Brasil también quiere enfatizar en
que su política exterior es independiente, al margen de los grandes bloques.
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