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Rompiendo el Molde: Brasil, los BRICS y el Fin del Dólar como Arma




Por Francisco Luciano


El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció la imposición de aranceles a los productos brasileños que ingresan a su país. Los argumentos principales para justificar esta medida son:  

a) El proceso judicial en Brasil contra el expresidente Jair Bolsonaro, aliado ideológico de Trump, acusado de planear un golpe de Estado.  

b) La supuesta injusticia comercial para Estados Unidos en su relación con Brasil.  


Analistas geopolíticos señalan que esta decisión encubre un intento de desestabilizar a Brasil, un aliado estratégico de China en América Latina, y una represalia por la postura de Brasil en el seno de los BRICS. Este bloque promueve el comercio en monedas nacionales, evitando el uso del dólar, lo que desafía el poder económico de Estados Unidos y su capacidad de presionar a otros países mediante su moneda.


El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha respondido con firmeza pero con prudencia. Consciente de que Brasil podría replicar con medidas similares, Lula ha optado por la vía diplomática, anunciando que impugnará la decisión ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) por considerarla unilateral y contraria a los acuerdos comerciales vigentes. Lula ha defendido la soberanía de Brasil y la independencia de sus poderes públicos, calificando las acciones de Trump como injerencistas. Además, desmintió las afirmaciones sobre un déficit comercial a favor de Brasil, destacando que es su país el que enfrenta un déficit  acumulado de 410,000 millones de dólares en la balanza comercial con Estados Unidos en los últimos quince años.


Lula es consciente del peso de Brasil en la economía y el comercio mundial. La actitud de Trump podría avivar el orgullo nacional brasileño, fortaleciendo la unidad interna y consolidando el liderazgo de Lula, lo que podría beneficiarlo políticamente en sus aspiraciones de reelección.


En un mundo interconectado, donde el comercio fomenta la interdependencia entre naciones, ninguna potencia, por más influyente que sea, puede imponer su voluntad como si el orden global fuera un traje a su medida. La estabilidad y el progreso requieren consenso, reciprocidad y respeto mutuo entre países. Solo a través de la cooperación y el diálogo se pueden construir relaciones equitativas que beneficien a todos, reconociendo que incluso las grandes potencias dependen de la unidad y la colaboración del resto del mundo.


El autor es docente universitario y dirigente político.

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